24 febrero 2009

Te quiero, pero...

-Tú eres la hija, yo soy la madre.
-Actúa como una.
Había olvidado como arde la gargante cuando retienes ese deseo de escupir palabra tras palabra sin pensarlo dos veces.
Había olvidado la terrible impotencia mis labios al morderlos.
Había olvidado un día de aquellos.

Un día donde los gritos eran protagonistas del melodrama que nos rondaba a mi y a mi mamá.
Pero esta vez, el final fue diferente.
Me tragué todas esas palabras, porque la sensación de dejavu que traían, no era nada favorable.
Los recuerdos aún duelen.

Porque aún cargo el peso de sus culpas, las lágrimas de su tristeza, el miedo de sus recuerdos, y decepciones persiguiéndome y aunque la amo con todo mi corazón, yo tengo mis propias culpas, recuerdos que aún formar, lágrimas que cargar, y decepciones por vivir. Y ya no puedo con todas, desde pequeña lo he hecho, he sido la madre de mi madre, y llega un punto donde no puedo ser la adulta que ella necesita, un brazo firme, un sabio consejo, porque a penas estoy aprendiendo a vivir mi propia vida.

Y no sé qué decirle. No sé qué hacer para que me entienda que por una vez tiene que aprender a ser mi madre, y no la hermana menor divertida jugando a ser adulta, que ha sido desde que recuerdo.

Te amo, pero necesito a la madre que se esconde detrás de cada rebeldía tuya.
Nunca te lo diré, pero TE NECESITO.

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