24 julio 2009

Tonight is a goodnight.

El tabaco se respiraba en el aire, y la alarma sonaba mientras yo me limitaba a enterrar mi cabeza en la almohada. No, no se puede vivir del amor, ni dormir por amor, ni mucho menos con aquella canción sonando a las seis de la mañana.
-Mamá. -Susurré- Leván...ta...te.
Pero ninguna fue capaz de moverse, habíamos dormido dos horas o quizás menos, ella entre alcohol y amigos, yo entre sueños, y pensamientos, y controlar nuestro cuerpo se vuelve un imposible.
¿Imposible?

Después de ver el reloj, la veo saltar de la cama. Se cambia apurada mientras balbucea palabras que a penas puedo escuchar.
Dice que en los treinta y siete se queda que ya no bajará su edad, ni le entrará al eterno misterio femenino. Dice que su físico le da igual, y enamorarse se ha vuelto su última tarea pendiente. Dice que su corazón ya ha sido golpeado, en los últimos cinco años, más que en toda su vida, y que ahora sólo le preocupa que no se rompa, por completo.

Por un instante se vuelve vulnerable al tiempo, a la realidad, por instante creo que se va a quebrar.
Por un instante yo la miro y el silencio se torna mi mejor aliado.

Recuerdo cada ruptura, cada regalo devuelto, recuerdo cada lágrima y cada "El amor no existe" seguido por un "Me he vuelto a enamorar". Recuerdo los golpes que no se borraron de su memoria, y recuerdo que he sido la testigo más fiel en su vida.

Ahora ya no es la misma adolescente que intentaba criar a una bebé mientras se debatía con los enredos de un loco corazón. Ahora es la adulta. La madre. Ahora es ella sola.

Ese instante se rompe, y ella reacciona.
Vuelve a repetir que no necesita bajarse la edad, y yo sólo río porque se que si lo dice, lo hará ya que es una pésima mentirosa, y ese es un defecto -o virtud- que heredé. Así que sólo río mientras la veo irse tras un "Te amo". Apurada, con la lonchera en mano, la cartera en otra, y de repente tengo un extraño dejavu de algunos años atrás. Cuando yo a penas podía caminar, y ella recién aprendía a trabajar.

Te amo. Le grito, y se que sonríe mientras corre al paradero.

Dejaré que ella disfrute su día, como quiera, porque se lo merece y porque yo lo disfrutaré con ella...a mi manera.

Y lo único que puedo decir es que chicas, alcohol, y unas terribles ganas de patear cabezas, no es una muy buena mezcla para una noche.

No, por el contrario: es perfecta.

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