04 agosto 2009

Suddenly I see.

Y hoy fue uno de aquellos días, aquellos donde el cielo deletrea el abecedario enredado que hay en mi cabeza y sin darme cuenta, lo desenrredé, al menos un poco.

Yo, pensando siempre más de la cuenta, el viento dándome respuestas, y la luna recordándomelo.

Creo en que las cosas pasan por algo.

Como esta mañana cuando me levanté minutos antes de que mi hermana caiga, sonámbula.

Como cuando giré la cuadra y un amigo a quien quizás hoy no era un buen día para ver, llegaba.

Como cuando volteé el rostro y un carro frenó en seco.

Como cuando aquella se calló de mi único álbum de cumpleaños.

Como cuando dije su nombre sin querer o fallé intentando no pensarlo.

Creo en que todo sucede por algo, como creo en lo imposible que es que él no vea aquel lado vulnerable a sus palabras, a sus acciones, a sus detalles.

Recuerdo cada momento, y lo recuerdo a él. Recuerdo peleas interminables, momentos innolvidables. Recuerdo mis ganas de matarlo, y mis más terribles ganas oprimidas de abrazarlo.

Recuerdo su sonrisa y sonrío.

Lo recuerdo.

Y aún recordándolo no veo cómo no puede ver en mí ese lado que se ríe cuando él esta cerca, que lo extraña, que lo quiere.

Porque antes de todo fuimos amigos, y a lado de esos sentimientos, esta la amistad, los momentos, él. En en mi lista de recuerdo inborrables, en mi lista de recuerdos desechables -que nunca deseché- queda él.

Y sí, a veces creo que perdí mucho el tiempo viendo la forma de cómo acercarme sin titubear, o la forma de poner mi orgullo de lado.

Sin embargo mientras yo debatía con mis otros yo, lo que más me sorprendió fue él. Dando el primer paso, poniendo su completo orgullo de lado. Me sorprendió y me robó una sonrisa aún cuando intentaba sonar seria...fría.

Lo intentaba, pero fallaba. Era imposible.

Imposible porque había derretido todas mis ganas de no verlo, porque las había tomado en su favor. Y yo, estaba luchando para no ser vulnerable.

Y aunque a veces es divertido que no lo sepa. A veces es frustrante porque yo no sé como abrazarlo, ni cómo acercarme. Tampoco tengo en la mano un cartel que diga Te quiero.

Pero sí tengo palabras. Palabra tras palabra, que quizás algún día lea.

En fin, hace frío, y la luna esta palmeada, mirándome.

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