06 septiembre 2009

De similitudes y otros demonios.

-No sé la verdad. Yo intentando huírle, me refugié en otros, otros diferentes, y por dentro tan iguales. -Confesó mientras buscábamos encendedor en bolsillos vacíos.

-Qué increíble. Eso es tu inconsciente, cuando no puedes tener lo que quieres, lo encuentras en otra persona.

-O como yo, que no lo aceptaba, y encontré otras salidas, iguales...

-Oh, los salvavidas. -Dije con una sonrisa.

-Espero que él no sea el tuyo. -Me dijo con una mirada seria, cambiando el tono de voz.- Vi su cara, y vi como te mira. Vi la forma en que te sonríe. Lo vi, y espero que estés haciendo lo correcto.

Sonreí. Hacía tiempo atrás había dejado de ahogarme en mi propio turbulento mar.

-No, gorda. Ya no necesito salvavidas.

-¿Segura? Porque los salvavidas no curan el mal de celos...

-¿Qué celos?

-No sé, tu siempre eres celosa, bla, bla, bla.

Volví a reír.

-Sentir celos es síndrome de que la persona aún te importa, bla, bla, bla. -Ya no la escuchaba, sólo reía.

-Dame un cigarro, ¿Sí?

¿Será cierto eso? ¿Buscamos a las personas una y otra vez hasta encontrarnos con la paradoja de que aquellas son muy parecidas al ladrón original de nuestro corazón?

La verdad, no tengo idea. No tengo idea si son deseos internos, deseos frustrados, deseos prohibidos, deseos descabellados.

No tengo idea si son arranques de despecho.

O el miedo a quedar solo.

Nosé qué es lo que nos hace encontrar personas quizás parecidas, quizás no.

La verdad no sé, y no pienso en causas ni porqués.

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