27 julio 2009

De psicólogos y psicolocos

Hoy tengo mi primera cita con esta nueva psicóloga, y en serio, me aterra.
No, no por el hecho de que crea estar loca, con problemas de estabilidad, blablabla, sino, porque no tengo gratos recuerdos de psicólogos anteriores.

La primera vez que me reuní con uno (o una) fue tras el divorcio de mis padres.
Ella hablando de los porcentajes de familias que fracasan, de números y llantos, mientras yo de a penas seis años, sólo veía cómo mi familia se caía en pedazos. No hermanos, no perros, fue duro.

La segunda vez, fue incluso peor. Ahora quien se iba de casa no era mi papá. Era yo. Tras vivir años de asquerosas discusiones con mi mamá, ahora yo también la dejaba, y ni siquiera sabía cómo debía sentirme porque durante un tiempo no sabía nada.

Sólo sabías que aquel era el peor de mis años (E increíblemente, sólo una persona -aparte de aquel psicólogo- sabe aquellos detalles que ahora ya ni quiero recordar) y aquel psicólogo me hizo sacarme hasta el alma en palabras, tanto así que lo único que recuerdo de la charla fue salir con mi uniforme de física a trotar al patio.

La tercera vez ya podía respirar, o al menos eso creía. La tercera psicóloga, era de las locas. Con un alborotado cabello, una sonrisa y el colorete en los dientes, me atendió en el juzgado. Mi mamá por lo menos me hablaba, y ahora todo esta determinado a salir bien.
Bien. Así debía salir.
Aunque no contaba con que esta psicóloga intentase tratar a mi papá. Y no a mí. Con los ojitos, chocolatitos, risas, y palabras se desviaba de mi tema para hablar del buen padre que él era.
Eh, eso ya lo sé. Ahora ¿Me miras? Hola, estoy aquí. Soy yo, la paciente.
Y lo bien, salió mal. Aquella terminó ocasionando mayores problemas de los que mi mamá tenía. Y más culpable no me pude sentir.

Una matemática, un filósofo, y una loca. Ahora no sé cómo será esta nuevo psicóloga. Y ni siquiera se para qué voy esta vez. Sólo sentí la necesidad, y ahora sin problemas algunos que carcoman mis días, iré a que descubran lo que siento. Aunque eso ya lo sé.

Y lo más raro es que estoy feliz. Dormí escasas horas y estoy feliz. Iré al psicólogo y aún aterrada, estoy feliz.

Feliz.

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